VALLE DEL TIETAR

EL VALLE DEL TIÉTAR

Al sur de la provincia de Ávila, el valle del Tiétar ocupa toda la solana de la sierra de Gredos y la vega por la que corre el río que le da nombre y marca el límite con la provincia de Toledo. El valle, que ya en 1879 Donaire consideraba el más rico y extenso de la provincia, hoy es, además, lugar de segunda residencia de múltiples familias, que buscan en su clima, magníficos espacios naturales y pasado monumental, un descanso del ajetreo ciudadano. Particularmente sugestivo es el conjunto de fiestas, al que las tradiciones agrícolas de la zona llenan de variedad y colorido. Tomando el calendario como hilo conductor, deben destacarse la fiesta del Vítor, en San Esteban del Valle (5 al 11 de febrero), que se celebra en torno a la figura de San Pedro Bautista y en cuyo honor una comitiva con cabalgaduras engalanadas recorre el pueblo recitando el largo centenar de antiquísimos vítores o décimas laudatorias. En Piedralaves, el martes de carnaval se festeja el Maquilandrón, en el que se puede asistir a las danzas que escenifican la lucha entre David y Goliath. En Pedro Bernardo, del 14 al 20 de agosto, tiene lugar el encuentro del toro en honor a San Roque, con caballos enjaezados que recorren las calles cantando las toreras. En Candeleda, del 8 al 20 de septiembre, se celebra la romería de Nuestra Señora de Chilla, que lleva a su santuario en animada romería (encierros, toros, toros de fuego y bailes) a todos los pueblos de los contornos. El 19 de octubre se convoca en Arenas la romería tradicional de San Pedro de Alcántara, que incluye un festejo taurino nocturno. Tanta fiesta propuesta son buena ocasión para disfrutar de una gastronomía que mezcla lo castellano y lo extremeño, y de la que destacan mijas, sopas de cachuela, el caldero de patatas de Mijares y Pedro Bernardo, salrnorejo, truchas de gargantas, cabrito, chuletón y queso de cabra. Para recorrer el valle, el camino y orden más lógico es el que marcan el propio río y su vía paralela, la carretera que desde San Martín de Valdeiglesias lleva hasta Candeleda. A nuestro paso saldrán encinas, alcornoques, castaños y piornos, el algodón, la vid, el olivo, el pimentón y el tabaco. Los restos artísticos y arqueológicos serán o pequeñas ermitas o la gran calzada romana que veremos desde Cuevas al puerto del Pico, y se extenderán cronológicamente desde el siglo IV antes de nuestra era (El Raso de Candeleda) hasta el XVIII (el Santuario de San Pedro de Alcántara).


DE LA ADRADA A PEDRO BERNARDO

Desde San Martín de Valdeiglesias se entra en la provincia de Ávila, y -dejando al norte el monasterio y Toros de Guisando, tan cargados de historia- se llega hasta Navahondilla y Santa María del Tiétar, primera parada propuesta. Sotillo de la Adrada y La Adrada forman hoy casi un mismo núcleo de población, en el que se acumulan atractivos turísticos, pero es La Adrada la que guarda un conjunto monumental, integrado por una gran iglesia del siglo XVI, la ermita de la Yedra y el interesantísimo conjunto del castillo. En este último, que se configura alrededor de una gran iglesia, aún pueden verse los restos del foso y de la barbacana. Desde Sotillo de la Adrada podemos desviarnos hasta Casillas, Fresnedillas, Higuera de las Dueñas, en la que la iglesia, de magnífica cabecera, fechable hacia el 1500, guarda algún resto de azulejería talaverana. En Piedralaves, lugar de bella vegetación y hermosas gargantas, además de restos valiosos de una arquitectura popular basada en el empleo de la madera, hay una amplia iglesia con una interesante armadura de tradición mudéjar en la cabecera. Adelante, un desvío nos llevará hacia Casavieja, Mijares y Gavilanes. A la vez que subimos hacia la sierra del Cabezo iremos cruzando parajes que son una tentación para el descanso. La iglesia de Casavieja tiene un presbiterio con nervaduras del XV; posterior -de la primera mitad el XVI-, y con una buena bóveda baída, es la de Mijares, que fue muy reformada en el XVIII. En Gavilanes volveremos a encontrar ejemplares de esa arquitectura popular de voladizos de madera y cerca; en el despoblado de las Torres valdrá la pena acercarse a ver los restos, cubiertos por la vegetación, de su iglesia. Un fenomenal emplazamiento, a modo de gran balcón, tiene Pedro Bernardo, que guarda una iglesia del XVII y XVIII (lo atestiguan múltiples epígrafes), y un callejero que recorrer morosamente, buscando las fuentes, el rollo y un poco de conversación, un poco de vino y queso, o algún rastro de los telares que fueron famosos, o aquel halconero que por aquí vio Ciro Bayo.


EL BARRANCO DE CINCO VILLAS

MombeltránDesde allí, lo lógico es seguir por el Barranco de Cinco Villas, pero imperdonable sería no acercarse hasta Lanzahíta. El camino, el pueblo y la iglesia justifican el corto desvío. En el templo, junto a los primores arquitectónicos de un gótico ya tardío, debe verse con detenimiento el retablo que tallara Pedro de Salamanca a mediados del siglo XVI. Cuatro pueblos con el apellido Valle (Santa Cruz, Cuevas, San Esteban y Villarejo) y Mombeltrán, el antiguo Colmenares de Arenas, forman el barranco de Cinco Villas. Otra vez, una vegetación y fauna atractivas; otra vez, la sabiduría de una arquitectura popular con soluciones adecuadas al entorno y un rico pasado monumental saldrán a nuestro paso. Para quien guste de encontrar en su ambiente las obras de arte del pasado, San Esteban, Villarejo y Cuevas y el magnífico conjunto de Mombeltrán son parada obligada. En la iglesia de San Esteban destacan la portada sur, con una pequeña escultura de la Virgen; las bellas nervaduras de la cubierta y las fenomenales obras de forja (reja y púlpito), fechables en 1524 y atribuibles a Lorenzo de Ávila, son de los más valioso de la provincia. Del pueblo y su arquitectura baste con decir que no desmerecen del templo. En Villarejo encontraremos una iglesia similar a la última y a la que luego veremos en Cuevas, y adornada con las características bolas abulenses. Hasta Cuevas del Valle llega la magnífica calzada romana que -en el tramo conservado- sube hasta el puerto del Pico (se apunta la conveniencia de subir hasta allí para ver a la vez la calzada y la impresionante panorámica y hasta para beber agua de su fuente). La iglesia, quizá levantada sobre otra anterior, es fechable a fines del XV por los capiteles con granadas. En el interior destacan algunas tallas y los frontales de azulejos talaveranos del XVII. Debe entrarse en Mombeltrán con respeto y con cuidado, y sin prisa alguna. Quien no quiera ver «una iglesia más, otro castillo, otros palacios...», que pase de largo. Quien, al contrario, quiera sentir lo que somos y lo que fuimos, que ande con cuidado estas calles, que entre en silencio en el templo, que suba hasta lo más alto del castillo y pierda sus ojos en los montes circundantes, y busque en su memoria los datos de aquel don Beltrán de la Cueva del siglo XV. La iglesia, con capilla mayor del XIV, es en lo fundamental del XV. En el interior destacan dos buenas rejas, una gótica y otra que quizá sea del Lorenzo de Ávila que en San Esteban vimos; los frontales de azulejos y especialmente los dos del XVI, protegidos por grandes arcos casetoneados y algunos cuadros interesantes. Es también obligado acercarse hasta el hospital de San Andrés (en el rico Archivo Municipal se conserva su documentación) y ver tanto su fachada renaciente, de la primera mitad del XVI, como su interesante patio de fines del XVIII. Fuera del pueblo, en magnífico emplazamiento, Juan Guas debió de construir entre 1462 y 1470 el castillo de don Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque. Tienen aún una fuerte barbacana, cuatro torres en los ángulos (muy interesante el interior de la del Homenaje) y patio, del que quedan en pie las arquerías. Quizá para compensar tanto arte y tanta historia venga bien que el viajero se lleve en la memoria una coplilla que por estas tierras es muy cantada: Me llaman la presumida / porque soy de Mombeltrán /si tú fueras de esa villa / presumirías igual. Bien por la Parra y el santuario de San Pedro de Alcántara o por Ramacastañas, marcharemos hasta Arenas, cabecera de la comarca. Si vamos por Ramacastañas podremos acercarnos hasta las cuevas del Águila, en las que la naturaleza hizo de estalagmitas y estalactitas sus columnas y nervaduras. Son una suerte de milagro que aquí está perfectamente justificado. Si por la Parra subimos, entre pinos, será muy otro el paisaje y podremos entrar en primer lugar en el santuario de San Pedro de Alcántara y allí optar entre sobrecogernos ante la pequeñez de su celda o el zarzal del que hizo despiadado cilicio o entrar en el convento e iglesia a conocer la obra que Ventura Rodríguez y Sabatini dejaron en estas tierras, en la segunda mitad del XVIII. El nombre de Ventura Rodríguez volverá a nuestra memoria cuando en lo alto de Arenas encontremos el gran palacio que mandó construir el infante Luis de Borbón, el hermano de Carlos III, que, cardenal y arzobispo a los siete años, escogerá Arenas como lugar de residencia cuando su hermano Carlos III condicione su matrimonio con María Teresa Vallabriga a su residencia fuera de la Corte y Sitios Reales. Los jardines y estancias de ese palacio (son muy valiosos la fachada y la gran escalera central) conocieron la vida de una segunda corte, en la que destacaron Bocherini y Goya. Tiene, además, Arenas castillo y gran iglesia. El castillo, construido hacia 1400 por Ruy López Dávalos, es conocido como el de la Triste Condesa, en recuerdo de doña Juana de Pimentel, que aquí se encerró tras la ejecución de su esposo, don Álvaro de Luna. Sus restos tienen hoy un aire de ruina romántica que parece recordar a la condesa. De planta casi cuadrada tienen ocho torres, redondas las de los ángulos y rectas las de los lienzos, siendo la del Homenaje -de grandes proporciones-un buen observatorio sobre la ciudad y las sierras circundantes. Al otro lado de la sierra, en El Barco de Rvila, encontraremos una fortificación de similar empaque. La iglesia, dedicada a la Virgen del Pilar, es gótica, realizada en dos impulsos constructivos (XIV y finales del XV), y tiene una muy buena torre, que a mediados del XVI construyeron Lucas Giraldo y Juan Rodríguez. Ha conocido en este siglo una serie de intervenciones, entre las que pueden destacarse los azulejos que en Talavera hizo Ruiz de Luna y la gran pintura mural de la titular que a mediados del siglo pintó Eduardo Martínez Vázquez, el pintor de Gredos. Más iglesias y conventos guarda Arenas, pero se recomienda dejar los edificios para otra ocasión, no sea que los árboles no nos dejen ver el bosque. Dicho de otra forma, sígase el consejo ya apuntado de recorrer tranquilamente las calles, compartir el vino y la amistad con la compañía que se traiga o que se encuentre, y búsquese alguna mesa en la que degustar la amplia oferta gastronómica ya descrita. Ya con más ánimos, lo ideal es coger carretera y manta y perderse hacia Guisando, El Hornillo y El Arenal, es decir, hacía Gredos. Una naturaleza bella y acogedora abrirá sus puertas al visitante y no faltarán sitios donde descansar o reponer fuerzas (si quedan tiempo y ganas se apunta que el interior de la iglesia de

El Arenal ofrece, entre otras muchas visitas,la de su maravillosa  Iglesia mayor y su retablo (particularmente interesante).Además de ser la puerta de entrada a la cara sur de la sierra de Gredos, conserva ese calor de acogida de sus habitantes a los visitantes que eligen este magnifico pueblo del Valle del Tietar para disfrutar de unos dias de descanso en plena naturaleza, disfrutando de excelentes paseos y rutas entre pinos, castaños, cerezos, nogales,manzanos, etc... y magníficas fuentes de aguas frias y cristalinas para refrescar al visitante,esperándole a su regreso del delicioso paseo ricas viandas de calidad inmejorable: judías de El Arenal, riquísimas carnes, así como sus típicas migas. legumbres, frutas, postres caseros; en fin, un capricho para los paladares de sus visitantes

Casa Tipica de El Arenal Panoramica de El Hornillo (Avila) vista de Guisando (Avila)

 


HACIA CANDELEDA

PiedralavesEl final del camino nos lleva hacia el límite de la provincia y una zona más cálida, donde varían los cultivos y comienzan a surgir influencias -enriquecedoras- de la Comarca de la Vera. Tras dejar en Poyales del Hoyo una iglesia de cabecera gótica y un caserío agradable se llega a Candeleda, lugar que bien merece una última y detenida visita. Bajando de Castilla siempre sorprenden los naranjos en las calles y la peculiar arquitectura de la zona. La iglesia, el santuario de Chilla y el cercano yacimiento de El Raso son puntos de obligada visita. La iglesia, que vuelve a explicar la lección del gótico abulense de los siglos XIII al XV, tiene la belleza de lo sencillo, un retablo escultórico de la segunda mitad del XVI y un retablito en cerámica talaverana que es pura delicia. Al Santuario de Nuestra Señora de Chilla, a unos seis kilómetros, enclave religioso de la comarca -como ya se dijo-, se llega por un bellísimo camino. Es ya del XVIII y más lugar rezadero que conjunto artístico, pero tienen el valor de. lo popular los pequeños cuadros que narran todos los milagros de la Virgen. También fuera de Candeleda está el yacimiento arqueológico citado de El Raso, conjunto fechable entre los siglos IV a.C. y la dominación romana, y en el que podremos visitar una necrópolis, un poblado más tardío con un fuerte amurallamiento y singulares casas, y el santuario de Postoloboso, al que pertenecen las lápidas que hoy están en San Bernardo de Candeleda. Para visitar todo ello bien y con aprovechamiento, nada mejor que hacerse acompañar del guarda del yacimiento, que ama, y conoce y gusta de enseñar aquello que custodia. Así, a los pies de Gredos habrá terminado nuestro camino y el del Tiétar por la provincia. Recuérdese antes de partir que es este sitio para volver y llévese el viajero en la retina alguna imagen que le sirva de recordatorio (ya sea el castillo de Mombeltrán, el vuelo del águila, una aislada garganta o toda la belleza de Gredos).

 

 

 

VALLE DEL TIETAR

 

El valle del Tiétar es una comarca natural que se extiende al sur de la cordillera de Gredos, en las provincias de Avila, Toledo y Cáceres. La parte superior del valle se inicia casi en el vértice suroccidental de la provincia de Madrid. La inferior se adentra en la provincia de Cáceres, formando la comarca de La Vera. Por consiguiente, ésta última es la prolongación de una misma región natural, existiendo entre la parte abulense y la parte cacereña grandes similitudes. Por otro lado, algunas poblaciones (Iglesuela, Almendral, Navalcán, etc. ) del extremo norte de la provincia de Toledo también forman parte de la cuenca del Tiétar.

Fuera del valle en sentido estricto, pero dentro de su cuenca, y en la provincia de Ávila, se encuentran dos subcomarcas: el valle de El Barranco (o de las Cinco Villas), al que se accede por Ramacastañas, surcado por el río de este mismo nombre. Por él se asciende al puerto del Pico, que comunica la cuenca del Tiétar con la parte central de Gredos y ha sido históricamente el principal lugar de paso entre el norte y el sur de Castilla. Y algo más al suroeste se encuentra otra subcomarca, la de Arenas de San Pedro, la principal ciudad de la región, situada en la confluencia de cuatro pequeños valles. Al extremo suroccidental se asienta Candeleda.

Fenómeno característico del Tiétar es la existencia de gargantas en las laderas (de su orilla derecha), por donde discurren aguas torrenciales, especialmente abundantes en primavera. En algunos lugares estas aguas se remansan, formando pozas.

El clima y la vegetación de esta cuenca son muy variados, pues existen grandes diferencias de altitud entre las cumbres, a más de 2.000 m. y el fondo del valle, a menos de 500. Con todo, se puede decir que , en general, es una región de clima mediterráneo con influencia atlántica, y bastante húmeda, pero con veranos secos y calurosos. La nieve cubre las alturas en invierno, pero rara vez la fosa del Tiétar. La sierra de Gredos la protege de los vientos fríos del norte. En cambio, está abierta a los vientos del oeste que, a menudo, traen lluvias a la comarca.

La humedad y el sol favorecen una vegetación abundante, que se escalona en las laderas y que varía con la altitud ; encinas y alcornoques en las partes más bajas; castaños y pinos en las altas; diversas matas en todas partes, y sobre todo en las mayores alturas.Aunque se dan aglomeraciones en determinadas épocas del año, sigue siendo un lugar ideal para el descanso, para practicar el senderismo (existen numerosos caminos y pistas forestales), el montañismo, el turismo ecuestre, le natación y la pesca.

Por otra parte, los interesados por el arte encontrarán sin duda motivos para visitarlo, como son los templos parroquiales de Arenas, Mombeltrán, Candeleda y otros, las numerosas ermitas, la calzada y los puentes romanos y lo que queda de la arquitectura popular. A ello hay que añadir los castillos (Arenas de San Pedro, Mombeltrán, La Adrada) y las cuevas del Águila (Ramacastañas).

Extraido del libro inédito de José Mª Haro Sabater "El valle del Tiétar" (Ávila) con autorización del autor.

© José Mª Haro Sabater octubre 2000


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